La Tormenta

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Esa inquietante calma que precede a la tormenta.

Esa quietud que se coloca justo antes del desastre,  entre lo predecible y lo espontáneo. Entre la seguridad y el miedo … saber qué pasará pero no cómo.

Así estaba yo, esperando… oliendo el azufre, perdida en mi isla de papel con agujeros mientras todo se inundaba, se desbordaba y salía por fuera de los límites de la cordura.

Hay que probar. Recorrer carreteras de doble dirección y llevarte solo lo que te hace falta, soltar lastre, despojarte del peso de lo que ya no sirve, Probar de nuevo. Amar. Renegar de ello, olvidar que se quería y volver a morder.

 

Pero el tiempo cambia los anhelos. Lo que ayer era único hoy es algo que te cansa mantener. En la cabeza, en tu lista de prioridades o en el cuerpo.

Las ideas cambian y los sabores evolucionan dentro de la boca.

Por eso no creo en los para siempre.

Porque nunca me han salido bien.

Me acomodo en la tranquilidad de saberme libre.

La mejor parte es que aprendí a no necesitar a las personas que te hacen falta.

Cierra los ojos. Piensa en lo que no tuviste. Y en lo que no dejaste ser.

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