La última gota.
La última vez que te quiero.
La última vez que me planteo si se puede saltar uno el punto de no retorno y volver.
Porque no, no se puede, había un límite y lo sobrepasamos.
Jodimos lo bello que nos brotaba por dentro, lo vomitamos y lo escupimos.
Y ya no puedo asaltar tu cuerpo.
Asaltar sin locura no merece la pena.
Cuando te paras a pensar se acaba la locura.
Y no quedan balas. No quedan besos en la espalda. No quedan horas en mi reloj. No queda camino que hacer ni gasolina para hacerlo.
Entre las ruinas desechas avanzo gateando entre cristales y acero cortante hacia la salida.
Sabes que a partir de aquí no hay nada. Ni rastro de nosotros. Y es lo que quieres. Lo que tantas veces nos dijimos: Ya no queda un nosotros. Nos amenazábamos y temíamos con esa frase … Alguna vez tenía que ser cierta.
Ya no habrá más veces en las que dude si debería bajarme del tren y correr con los tacones en la mano hacia tu casa.
Se me ha caído el techo encima y entre los cascotes, veo mi vida.
Renovándose y reconstruyéndose.
Y a ti… no te veo en ella.
Precioso y desolador
Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya gustado a pesar de la tristeza que destila.
Gracias Jose. Si que es triste, sí. La historia lo requería. Un abrazo.