Miro hacia atrás y todo me parece peor. Voy al revés del mundo.
Un mundo que me dice que cualquier pasado fue mejor.
Que nada será lo mismo. Que envejecemos en una cultura que nos dice que la juventud es el gran tesoro. Que la sabiduría que se posa con los años no vale tanto como un cuello estirado.
Que es mejor tener apariencia aniñada que una cabeza amueblada. Que somos más válidas si parece que no crecemos por fuera y si no lo hacemos por dentro todo nos irá mejor también. Porque no cuestionamos lo establecido, no damos guerra, no SOMOS.
Vivimos en una lógica cultural que no valora el desarrollo. Y sobre todo , no valora el desarrollo de las mujeres.
Con mis aciertos y errores, mis retos y mis hundimientos.
Por eso me niego a querer volver atrás. Me niego volver a lo que me dijeron que era lo mejor.
Y seguir aceptando que debemos añorar un cuerpo eternamente joven porque en cada arruga hay un aprendizaje.
Siempre intentamos volver a donde no hizo frío
Sin importarnos si no tuvimos frío pero tuvimos sed. Idealizamos lo que pasó y creemos que siempre el pasado fue mejor porque nos cuesta entender que lo que aprendimos a ser ayer, hoy lo ponemos en práctica.
No queramos volver sobre nuestros pasos. Avancemos, crezcamos. Así se gana el juego.
Somos lo que somos gracias a todo el frío que una vez pasamos.