A veces.

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A veces pasa.

A veces, alguien te sujeta de la mano fuerte y te evita un precipicio.

O se convierte en uno pero esta vez, te apetece asomarte.

 

A veces, dos días son más que dos siglos y las miradas se te meten por dentro.

Por entre las rendijas.

Las intenciones te atraviesan y tú solo quieres no pararlas.

No hay respuestas, sólo balas … ‘para siempres’ en los que por primera vez crees. Y quieres.

 

A veces surge, a veces te pasa todo lo que no te pasó antes.

De golpe.

Duro.

Sin preliminares.

 

Su voz se acomoda en los pliegues de tu cerebro, se hace contigo

y eres capaz de oírla en medio del silencio.

Escupes flores.

Sus manos tiemblan y tus pestañas se colocan para recibir miradas.

Si me hubieran disparado en ese momento no me hubiera dado cuenta.

Me sobraba adrenalina y me faltaban ‘peros’

y ese estado es tan peligrosamente mágico que a los días le hacen falta horas.

 

Que los límites de lo conveniente se desdibujan

y en su lugar nos colocamos nosotros.

¿Cómo lo haces?

Cómo te instalas en mis inseguridades para destruir toda esa parte que me sobra y de la que me cuesta deshacerme.

 

Sólo sé, que me despierto pensando en hoy y no en ‘ayeres’.

Sólo sé que devoras las ganas de tener ganas,

solo sé que contigo soy tan yo que no debería tartamudear ….

Ni aunque me mires tan profundo.

 

Y te advierto que si vas a desarmarme

estaré preparada para no hacer nada.

Que si puedes leerme las ganas

sabrás que hacer conmigo cuando te lo pida.

 

Que si me retas,

voy a estar allí con todas las respuestas.

Que si me ganas

no te hará falta volver a ningún otro puerto que no sea yo.

Que si soy lo que deseas

sabré desearte como necesites.

Sin que me pidas.

 

Que si me encuentras

yo siempre sabré entenderte.

 

Que la lealtad es mejor

que cualquier otra boca.

 

Que lo aprendí contigo.

 

 

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