Casi treinta.

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Supongo que ahora que me quedan 18 días para los treinta soy otra diferente, diferente a la que apareció al final el tobogán de los diecinueve.

Y no, no tengo miedo de cumplir, ni de volverme aburrida, no tengo miedo de las arrugas que vendrán… Que vengan y se queden como paréntesis de la sonrisa porque yo solo sé reírme a carcajadas. Y si se marcan es porque tienen que marcarse.

Y sin darte cuenta te vas reciclando, abriendo abanicos, soltando prejuicios y cumpliendo años.

No eres la misma que tres días, es normal, han pasado tres días. Tres mil doscientas cuarenta oportunidades para que tu cerebro se transforme, se vuelva más tolerante y menos virulento.

Ahora valoro otras cosas y no me siento mal por ello. La tranquilidad de una calle, de un cuerpo o de una racha. Valoro los reencuentros porque sé la energía que requieren. Valoro el tiempo que la gente gasta conmigo. Que lo hipoteca, que lo invierte y eso señores, eso es puro oro.

He dejado de gritar en la calle de madrugada para ser la que cierra las ventanas al oír los gritos.

Y me cansé a los veinte de los chicos de veinte, que te conquistaban no haciéndote caso. Eso es de cobardes o de gente que no sabe como utilizar su talento.

Valoro la equidistancia que hay entre lo que debo y lo que hago. Entre lo que suelto y lo que callo.

Valoro el magnetismo más que la belleza sin fondo. Valoro que alguien sea capaz de paralizarte solo con una conversación. Valoro la risa sobre cualquier cosa y por encima de cualquier falsa expectativa. Todo lo demás está sobrevalorado.

He dejado de fumar sin más, solo por cabezonería. Me he retirado de mí misma y he iniciado una expedición alrededor de las ideas de otros. De las perspectivas de gente que aporta y he mirado más allá de mi nariz, para intercambiarme los zapatos.

Y me siguen acompañando del brazo cuando me tengo que hacer análisis de sangre y la enfermera me pregunta ¿Qué eres cómo una niña? Y yo le digo que sí sin avergonzarme. Le explico que los miedos no tienen edad y que si le parece un acto de excentricidad es porque ella no tiene miedos y es hojalata.

He empezado a ser lo que otros quisieron que fuera, pero ya es tarde para ellos. No lo soy por nadie, lo soy por mí.

Y esta es mi operación septiembre, mi cruzada temporal sin fecha de caducidad que me preocupe.

Porque a veces hay alguien que el día después de sacarte el carnet te dice que cojas su coche.

A veces la gente se enamora del talento.

A veces tienes que reconocer que un «no» significa un impulso que te falta para armarte de valor y volver con más ganas.

A veces cambias de piel y no te reconoces ni en tus sábanas.

A veces no es una oportunidad y sólo es una excusa.

A veces reconectas con partes de tu cuerpo aletargadas y eso es suficiente para redescubrirte.

A veces las ganas no están fuera si no por dentro de uno mismo.

Felices veintitodos.

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