Contigo aprendí.

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No importa la vista si estás ciego. Es algo que aprendí en tus pupilas.

Aprendí que la distancia eres tú soltándome de la mano.

Aprendí que hay personas que queman aunque no estén cerca.

Aprendí que no sé compartir corazones. Ni tan siquiera… Cuerpos.

Aprendí que nunca hay que DEJARLO TODO  por alguien porque entonces, a partir de ese momento estarás en deuda contigo mismo.

Aprendí que quererte a ti es como ser una gacela y enamorarse de un león.
Suicida. Estúpido. Inconsciente.

Aprendí que hay gente capaz de mirarte a los ojos y mentirte.

Aprendí que el autoengaño es la manera que tiene la vida de decirte que te quites la venda, que corras y que la ceguera es sólo transitoria y se llama amor.

“Solo” eso.

Aprendí que hay canciones que te rompen y que escucharlas en loop es otra forma más de masoquismo premeditado.
Aprendí que no puedes decir que ‘no’ cuando tu cuerpo dice ‘sí’. Que somos animales y no sabemos arrepentirnos.

Aprendí que el respeto también se finge y que el amor se prefabrica con sonrisas de mentira, que no es tan complicado, que hay gente que lo hace y no se da ni cuenta…

Aprendí que el olvido sabe a Jaguer con tequila.

Que los insomnios pueden tener un nombre y que si renuncias a lo que quieres por alguien te traicionas.

Aprendí que tus monstruos pueden convertirse en mis ojeras.

Aprendí que tu cama era una isla fuera del mundo y que después solo había precipicios.

Aprendí que conformarte con lo que le sobra a alguien te convierte en miserable.

Aprendí que las heridas que te haces soñando siguen en tu espalda por la mañana.

Aprendí que hay gente que está rota por dentro y no lo sabe.

 

Y aprendí que no quiero seguir aprendiendo de esta manera,

que necesito a alguien…

que

me

haga

desaprender.

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