Eras mi maldita manera de salvarme.
La enfermedad que tenía… Y la cura.
El veneno y el antídoto en la misma mezcla.
Eras mi bandera, mi norte.
El comienzo y el fin de todos los principios.
Eras lo que me anclaba a tierra…
pero de tu mano me hubiera subido a cualquier tejado.
Sólo para ver lo que el resto no veía,
porque yo sabía que eras la manera de alcanzar lo imposible.
Eras la razón, de todas mis sinrazones. El final del plan, la última bala.
Y el precipicio más bonito al que me había asomado nunca.
Pero a veces TODO no es suficiente.
A veces, Madrid te dolía y Septiembre te mataba.
Y entonces me profanabas y me perdías,
me ganabas y volvías.
Para luego olvidarme…
para luego pedirme que te olvidara.
Te marchabas para que todos mis insomnios llevaran tu nombre.
Pero siempre aparecías tras la última curva.
Me empezabas para no acabarme,
te rendías como un verso que no acaba en ningún sitio,
…
Y yo creía que aún marchándome,
También permanecería contigo
porque siempre me quedaba a trozos.
Porque había llenado tu camino de migas
para que pudieras siempre regresar a mí.