Ganas.

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Le había roto las medias tantas veces que pensaba que siempre podría volver a hacerlo.

Era tan inmoral que la penitencia duraba años y aún así… merecía la pena. Y todo por esa energía que me arrastra por el fango y me devolvía a la vida. Me mata y me resucita. Me cansa y a la vez, es mi gasolina. 

 

Todo por ti, por tu piel, por tu saliva.

 

Por esas ganas de tu boca en mi nuca.

 

Por los kilómetros que nos separaban y nos unían por dentro, como todo lo que está conectado de verdad cuando la distancia es solo eso, separación física.

 

 

 

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