Lo prometido

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Ella no era lo que las protagonistas del cine me habían prometido, lo que me habían enseñado como modelo oportuno de lo que una mujer debe ser.  

No era, lo que la sociedad me dijo que quería. No era lo que mis padres aprobaban.  Decía cosas inoportunas en las cenas de negocios y nunca bajaba la mirada. Ella tenía unas alas que cuando se agitaban podían llevarla a cualquier destino. Tardó en saber que le crecieron justo debajo de los omóplatos, entre la clavícula y el húmero pero cuando lo supo ya solo quiso volar. Tenía una cabeza preciosa y un montón de cicatrices. 

A veces nos gusta que otros lleven nuestra marca, nuestra propia cicatriz, pero las suyas no eran de nadie más y por supuesto no eran mías. 

Eran de sus colas del paro, de los golpes, de los vuelos bajos, de los puestos en los que la habían rechazado porque estaba en edad de ser madre. Eran de dejar la olla puesta a las 6 de la mañana antes de ir al trabajo para que su madre no tuviera que hacerlo. 

Eran de entender que el mundo nunca fue lo que le prometieron. 

Eran de poner la TV y que hubieran matado a otra mujer, eran de que el reportero la tratase como una cifra. Eran de notar el peso de los días sobre sus  hombros, eran de ver como gente capaz de cambiar las cosas tira la toalla.

Eran de las temporadas donde todos los días son lunes. Eran de dormir con pastillas, eran de soñar que  no se puede…

Pero supo construirse una coraza. Una coraza suave y flexible en honor a su persona. Ella era así. Con la mayor fragilidad te daba un beso en la frente y con la fuerza de un jefe vikingo luchaba sus batallas. 

Pero al final, estaba sola y siempre estaba sola e irremediablemente siempre supo que sería así. Rodeada de gente pero sola. Que es la peor de las soledades. 

Se enfrentó sola a sus monstruos, a sus partos, a sus noches en vela, a los golpes de la vida, que año tras año fueron haciendo mella, y al final su mochila era tan grande que se había tenido que construir un artilugio para llevar su carga en el costado. 

Para acarrear sus propias historias y las de otros. Historias que lastraban su viaje porque una mujer se encarga de esto. De lo suyo y de lo de los suyos.  Así son las heroínas sin capa, y a veces no sabemos reconocerlas con nuestros ojos inexpertos. 

Y yo solo quería que el resto del mundo la viera como yo lo hacía.  Porque las mujeres vistas de lejos solo son extrañas. Y la Tv, los anuncios, el cine, las canciones y la vida me habían dicho como eran las mujeres. Pero no, yo sé que no, yo sé que ella no era lo que me dijeron que quería, ella era mucho más. Ella y todas las las ellas que he conocido. 

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